domingo, 22 de mayo de 2011

La sociedad de los conejos



Ya desde temprano, el inacabable ir y venir los había mantenido ocupados. Todos entendían que una demora en la rutina de hoy significaba un retraso en la rutina de mañana, y eso atrasaba a su vez la rutina de pasado mañana. Aún así, fue inevitable: en el cielo de la conejera de pronto asomó un sol de flúor y no pocos orejudos se quedaron con la vista perdida en las alturas, como saludando a su nuevo amo. Era otro cartel de propaganda, de los que había a montones por la ciudad. Pero no por eso era menos importante, ya que podía significar una nueva pista sobre que comprar. Y la diferencia entre comprar lo correcto o lo incorrecto se traducía en mayores o menores probabilidades de reproducirse. Todos sabían que un conejo a la moda era un mejor compañero sexual que uno anticuado. Y no importaba que la propaganda fuera de lápices, electrodomésticos, corbatas o zanahorias, todo ayudaba a transformar a un simple orejudo en un imán irresistible para el sexo opuesto, por eso todos prestaban mucha atención a las publicidades nuevas. Eran cosas que se aprendían desde la mas tierna edad en la madriguera, y que servían durante toda la vida. Una vez asimilada la nueva publicidad, los conejos volvieron poco a poco a sus actividades, distraídos por un rato, pensando quizás en zanahorias o en camadas numerosas.



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