lunes, 21 de febrero de 2011

Zorro rojo

Volvió pronto, al caer la noche, a su seguridad. Su pelaje azulado levantaba un poco de polvo al arrastrarse por la estrecha entrada de la madriguera. En su interior tenía todo lo que necesitaba: un lugar cálido para dormir, protección contra la lluvia y refugio de los depredadores nocturnos.

Aún más, ese sencillo espacio lo reconfortaba protegiéndolo de las miradas ajenas, lo contenía y respetaba. La pradera se erguía desafiante y hostil afuera, el cielo estaba infinitamente estrellado. La noche, eterna y cómplice, lo amparaba como una manta en la semi-oscuridad de la pequeña cueva maternal. Era en verdad un espacio bastante estrecho, pero era mucho mas agradable de esa manera.

¿Cuanto tiempo había pasado desde que el sol se ocultara? Días tal vez... y podría pasar muchos más allí, en la simple comodidad de su universo personal. De a ratos dormía o se recostaba suavemente contra el suelo de tierra, disfrutando enormemente de su privacidad. Lejos quedaban las vergüenzas y las humillaciones: allí todo era libertad, mientras los sentidos se relajaban y el tacto se elevaba como único rey nocturno.

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